El 29 de octubre de 2024 ya ha pasado a la historia como uno de los días más aciagos de la Comunidad Valenciana. Casi tres semanas después, aún no somos plenamente conscientes del panorama de destrucción de vidas humanas, infraestructuras y bienes públicos y privados que ha ocasionado en setenta y cinco localidades de la provincia de Valencia.

No obstante, en las horas más trágicas ha emergido una fuerza poderosa y transformadora que ha inundado cada pueblo, cada barrio y cada pedanía de Valencia: el voluntariado, que se puso en pie de forma autónoma, sin esperar a ser alistado y se dirigió, pala en mano, a socorrer a los más necesitados. Decenas de miles de personas llegadas desde cualquier lugar de la Comunitat, desde cualquier lugar de España e incluso de lugares remotos para echar una mano frente a esta catástrofe.

Para siempre quedará la imagen de miles de ciudadanos que, a pie o en bicicleta, fueron en auxilio de los afectados. Circular por la V-30 y ver a cientos de personas cruzando las pasarelas del río Turia de un lado a otro para llevar agua, comida o  quitar el lodo a los municipios más devastados, es una estampa inolvidable.

La Plataforma del Voluntariat de la Comunidad Valenciana se ha encargado de la coordinación del voluntariado de emergencia que se ha desplegado desde la Ciudad de las Artes, donde sólo el primer día se congregaron más de quince mil personas. “Yo como presidente, mi equipo, mi junta, mi equipo técnico, valoramos el papel de los voluntarios ante esta catástrofe con un diez sobre diez, porque es impresionante el alud que hemos tenido de personas, de llamadas, ya no solo a nivel local, sino a nivel estatal e, incluso, internacional”, destacaba Miguel Salvador, presidente de la Plataforma de Voluntariat de la Comunitat Valenciana.

Desde el 2 de noviembre miles de personas han salido en autobuses desde Ciudad de las Artes hacia los municipios y pedanías afectadas por las inundaciones. Ataviados con una pala o una escoba, se han enfundado en monos y equipos e protección para dirigirse a aquellos lugares más golpeados por las inundaciones.  Allí hemos podido constatar la diversidad de perfiles del voluntariado, desde jóvenes hasta perfiles senior, nacionales pero también muchos ciudadanos extranjeros que, o bien viven y estudian en la Comunitat, o se han desplazado expresamente para echar una mano.

El voluntariado se ha erigido como una herramienta ágil, multitudinaria y transformadora que ha auxiliado a los más necesitados, antes que incluso que algunos cuerpos profesionales. Y, días después, cuando se desplegó el Ejército y otros muchas cuerpos y fuerzas de seguridad y emergencia profesionales de toda España, los voluntarios han seguido teniendo su papel, complementando a los profesionales y colaborando allí donde se les ha requerido.

Otra de las enseñanzas del voluntariado de emergencia por la dana es que quién lo prueba una vez, repite. Son muchas las personas que hemos visto un día tras otro participar de forma consecutiva, a pesar del agotamiento físico y mental que suponen los trabajos de limpieza y asistencia a los afectados.

Los voluntarios y voluntarias entrevistados expresan su enorme satisfacción por sentirse útiles durante esta emergencia sin precedentes. También los beneficiarios y beneficiarias de este voluntariado han recibido con los brazos abiertos a quienes les han ayudado a limpiar calles, repartir comida o achicar agua. “La gente está baja de ánimos, pero es cierto que te agradecen muchísmo la ayuda y todo el tiempo te ofrece de comer y de beber. La verdad es que hay un espíritu de solidaridad y familiaridad muy bonito”, señalaba una de las voluntarias.

Por último, el voluntariado por la dana ha provocado un efecto multiplicador sin precedentes. Son numerosas las empresas y los particulares que se han desplazado a los municipios afectados con una única pregunta: “¿qué podemos hacer para ayudar? Dínoslo y lo hacemos”.

Esa empatía y predisposición ha convertido al voluntariado en un actor de primera fila, especialmente cuando se trata de una emergencia súbita que exige un despliegue inmediato, eficiente y transformador, que ha contribuido a paliar tanto daño y dolor en nuestras poblaciones. El voluntariado por la dana demuestra que a la hora de ayudar no sobra nadie. Y que los voluntarias y voluntarios suponen una herramienta indispensable en catástrofes naturales tan demoledoras y geográficamente extensas como las que ha sufrido la provincia de Valencia. “Los voluntarios y voluntarias aportan presencia, que creo que es importante, y aportan manos porque es tan inmenso el trabajo que hay que hacer que, aunque haya cuerpos profesionales, hace falta trabajo extra, hacen falta manos”, destacaba Laura, voluntaria que ha participado en poblaciones como Alaquàs o Massanassa.

Las personas voluntarias alientan a que no se detenga la oleada de voluntarios. “Un descenso puede afectar al ánimo de la población, si de repente ven que dejan de llegar voluntarios porque todavía queda mucho por hacer”, asegura Elena Esteban, voluntaria.

En la misma línea incide Natali, una psicóloga voluntaria de Barcelona, que pide que la gente siga viniendo a ayudar. “Hace falta que vean que estamos ahí y que vamos a estar mucho tiempo. Sólo viendo a la gente que viene a ayudar, la gente se siente más reconfortada. Es necesario que sigan viniendo porque hace mucha falta”.

Más allá de la ayuda concreta, la llegada del voluntariado a las zonas cero ha servido para expresar solidaridad, para arrimar el hombro y hacer ver a los damnificados que no estaban solos ante la devastación y que eran miles los que venían a socorrerles. Ese es el gran ejemplo que nos deja esta catástrofe: el valor multiplicador de cada individuo, de cada voluntario y voluntaria, que se pone en pie y ofrece sus manos para socorrer a sus iguales en sus horas más bajas.