A continuación, publicamos la ponencia inaugural del filósofo Enrique Arnanz en el I Congreso de Voluntariado de València celebrado el 4 de febrero en el Palacio de la Exposición. También podéis seguir el streaming de la ponencia en este enlace, a partir del minuto 47.
Muchas gracias por esta invitación.
Buenos días, y muchas gracias a todos vosotros y vosotras por participar en este espacio de reflexión colectiva.
De forma muy especial quiero dar las gracias a Mª José, por tu cariñosa presentación, y a Miguel y Cristina, de la Plataforma del Voluntariado de Valencia, por haberme invitado a dar esta conferencia inaugural.
Os digo con toda honestidad, que he aceptado esta invitación con temor y temblor, porque reflexionar en alto sobre el Voluntariado (uno de los principales protagonistas en la solución de esta catástrofe que ha sido la Dana), aquí en Valencia – en el mismo escenario de los hechos–, delante de vosotros –vanguardia de este trabajo de salvación y recuperación–, y tres meses después –cuando ya ha habido tiempo suficiente para sacar conclusiones–, aceptar esta invitación suponía una enorme responsabilidad; yo la he aceptado y, sinceramente, no sé como voy a responder.
No es por falsa humildad ni por querer aparecer como alguien políticamente correcto, pero os confieso que pocas veces en mi vida como hoy, aquí y ahora, he sentido la responsabilidad de reflexionar desde la cabeza y desde el corazón, desde lo razonable y desde lo vital, desde los conceptos que surgen de la mente y desde las emociones que nacen del espíritu sobre lo que un dramático suceso ha significado para una comunidad, con el objetivo de redimensionar y poner en valor el voluntariado como actitud y como práctica que visibiliza la capacidad de entregarse a los demás, sobre todo a los mas necesitados y a lo mas necesitado, desde la gratuidad, desde ese argumento indiscutible que es el…”te quiero porque te quiero querer; te ayudo porque te quiero ayudar; estoy a tu lado porque quiero estar a tu lado y que me sientas cerca”.
Sentir ahora vuestra atención y vuestra mirada supone para mi un alto nivel de compromiso porque no sois unos cualquiera; posiblemente muchos de vosotros habréis sufrido en vuestra piel esta situación límite, y todos y todas os habéis implicado de manera incondicional. Estoy seguro que como actores/testigos, habéis digerido emocionalmente la experiencia traumática de lo que os ha tocado vivir, la habéis meditado, y esto os ha llevado a aprendizajes difíciles y fecundos para vuestra vida. Y en medio de este viaje que habéis hecho o que seguís haciendo todavía a vuestro propio interior, viaje que vale tanto que no tiene precio, aparece mi reflexión… No se; me siento como un intruso que entra en vuestra alma.
Por eso, fuera de cualquier protocolo, os digo sinceramente que soy yo quien os da las gracias por haberme invitado y porque me brindáis una ocasión excelente para reflexionar y aprender cómo y para qué vivimos. Este va a ser para mí un momento inolvidable.
1. Introducción
Esta meditación compartida con vosotros y vosotras va a tener tres partes: una introducción; una reflexión sobre lecciones que debemos aprender de la Dana, y finalmente, un pensamiento para el futuro de nuestras entidades.
La Dana condiciona absolutamente nuestra reflexión
Como introducción, lo primero que quería deciros es que, si hubiéramos celebrado este Congreso el pasado 14 de Noviembre, que era la fecha prevista y sin la Dana en nuestro escenario, los contenidos, debates, reivindicaciones y análisis sobre el voluntariado como espacio cualitativo de ciudadanía, como sujeto político, como realidad social sometida a profundos procesos de cambio, etc.…, habrían sido muy diferentes.
Pero, aquella experiencia de destrucción masiva puso todo patas arriba. Y como todavía estamos bajo sus efectos, creo que tenemos la obligación moral, intelectual, cívica y política de construir un relato que nazca en su espíritu y en su letra, de la reflexión sobre esta experiencia límite, que nos ha superado en muchos aspectos.
Nada de lo que hoy hablemos y reflexionemos, puede estar al margen de este terrible desastre natural, ecológico, económico, político, social, cultural y en valor coste/humano, que ha supuesto 232 personas fallecidas, mas de 35.000 rescatadas y centenares de miles de ciudadanos y ciudadanas, de toda edad y condición, que no podrán borrar en su vida la huella de todo lo que se sufrió y condicionó para siempre el pasado 29 de Octubre.
Si no pusiéramos la Dana como centro y eje vertebrador de este día de reflexión colectiva, estaríamos proclamando a los cuatro vientos que somos unos frívolos, que no hemos entendido nada de lo que ha pasado, y sinceramente, la celebración de este Congreso sería tan inútil y absurda como proponerse hacer una operación de estética en un muerto.
La Dana nos introduce en un escenario de aprendizaje para todos.
Lo segundo que quería deciros en esta introducción es que la Dana nos introduce en un escenario de aprendizaje para todos.
La Dana, “nuestra Dana”, que nos reveló la cara mas letal del cambio climático, debe cuestionarnos muchas cosas a nivel personal, comunitario, social y político.
Os lo diré de otra manera, lo sucedido el 29 de Octubre no anula, por supuesto, pero sí trasciende el debate sobre temas o contenidos muy importantes y necesarios ahora como el “to be o nor to be” de nuestro voluntariado; el análisis y la crítica política a decisiones tomadas o no tomadas; la necesidad de un nuevo urbanismo; la necesidad de crear protocolos de emergencia mas seguros; la necesidad de hacer una nueva reordenación del territorio; la necesidad de plantearse nuevos modelos de producción y de negocio, etc…
Entendedme bien: comprendo, comparto y veo lógico que después de un desastre de esta magnitud, nos centremos en estas y otras cosas; ¡¡por supuesto que lo entiendo!!.
Pero, hablando de la reflexión colectiva que vamos a llevar a cabo hoy, aquí, en Valencia, tres meses después de lo que ha sucedido, creo que estamos obligados a contextualizar los temas y contenidos de todo nuestro debate en un nuevo paradigma. Un paradigma que para mi debería ser el siguiente: si amamos la vida– y todos los que estamos aquí amamos apasionadamente la única vida que se nos ha dado–, tenemos la obligación moral, ética, cívica y política de luchar por su calidad en todas las personas y en toda la persona, allí donde ésta—la vida– se vea amenazada.
Esta mirada de luces largas, debe atravesarnos a todos y provocar, a nivel personal y comunitario, preguntas tan importantes como por ejemplo: qué valores dan sentido a nuestra vida y a nuestra comunidad; en qué mundo de relaciones nos movemos y queremos movernos; qué importancia damos al dinero; donde ponemos nuestra felicidad, en nuestra relación con las cosas o en nuestra relación con las personas; en qué escenarios buscamos nuestras seguridades vitales; qué importancia damos al cuidado de la Madre Tierra; qué valor tiene en nuestra vida lo comunitario, etc.
En una palabra, creo que sabiendo que nadie estaba preparado para un desastre así y que nadie se imaginaba que esto pudiera ocurrir, un suceso como la Dana nos obliga a todos a hacer un viaje personal al interior de nosotros mismos.
Porque, una vez que esto ha ocurrido, lo inteligente es valorar el 29 de Octubre como “una oportunidad de cambio” que el destino nos pone para entendernos a nosotros mismos y a nuestra comunidad de otra manera; para descubrir nuevas caras de la vida y nuevas dimensiones de nuestra personalidad; para aprender enseñanzas que nos obliguen a cambiar hacia mejor y a disminuir factores que hacen de la vida una situación de dolor y de riesgo para mucha gente. No tenemos otra alternativa que reconvertir este tiempo de destrucción en tiempo de reconstrucción.
Mirad, ningún experto en Oriente Próximo, pudo anticipar en Diciembre del 2010 las revoluciones de la Primavera Árabe que iban a sucederse en el 2011.
Ningún sovietólogo predijo la impresionante revolución de 1989: con la caída del muro de Berlín, la reunificación de Alemania y la desintegración de la Unión Soviética.
Ninguno de nosotros y nosotras, cuando nos tomábamos las uvas el 31 de Diciembre del 2019, y nos abrazábamos con nuestros seres queridos, deseándonos lo mejor para el año 2020 que se iniciaba en ese mismo instante, podía sospechar el tsunami que nos iba a venir sesenta días después con el Covid.
Mirad, la historia nos da lecciones, nos enseña cosas, es una gran maestra, y del aprendizaje y aplicación inteligente o no de estas lecciones aprendidas, dependen, en parte los tiempos venideros.
“Nuestra Dana” nos obliga a reivindicar la inteligencia de la esperanza para saber resistir juntos y unidos.
Lo tercero que quería deciros en esta introducción es que soy muy consciente de que, en la actualidad, la idea del futuro como esperanza de una vida mas digna y de mayor calidad para todas las personas y para toda la persona, es una idea que en muchísima gente…, está ya liquidada y amortizada; sencillamente, no existe.
Observo todos los días a mi alrededor que ante la deriva de la crisis ecológica, el productivismo, la sociedad de consumo, la cifra millonaria de seres humanos descartados absolutamente para todo, las guerras, el terrorismo, el miedo ante los efectos descontrolados de la inteligencia artificial, la subida al poder de energúmenos sin limites, etc…, observo que ante este panorama, mucha gente cree que pensar en el futuro como tiempo de cambio y de esperanza, es una utopía propia de buenistas que no quieren bajar del séptimo cielo o de soñadores opiáceos que no pisan la realidad… Hace muy pocos días, hablando de estas cosas con un conocido filósofo, que es también un buen amigo, me decía: “Pero, Enrique, a tus 76 años, ¿todavía esperas razonablemente el futuro de una sociedad mundial mas equilibrada y justa? ¿ Eres de los que creen que los Estados van a preocuparse, de verdad, en promover políticas activas por un medio ambiente mas sano y por un sistema de protección mas sostenible para todos?”
Se que, frecuentemente, los diálogos entre muchos de nosotros están llenos de palabras como des-encanto, des-confianza, des-esperanza, des-engaño, des-ilusión.
En definitiva, sé que hay mucha gente que, aunque no sepan verbalizarlo, están convencidos de que en términos generales, nuestro tiempo es ya insostenible y nuestro sistema ya no se aguanta porque cada vez está mas colapsada esta manera de producir, consumir y vivir que el capitalismo voraz ha configurado durante los últimos siglos….
¿Sabéis cual es lo que mas me preocupa de este tipo de sentimientos?. Os lo digo: no es solo que producen catastrofismo y alarmismo universal, sino también y sobre todo, que fomentan la indiferencia, el pasotismo y una paralización vital generalizada.
Pues bien, os lo quiero decir bien claro ya desde la introducción: como posición vital, me niego a pensar que la incertidumbre es la única certeza. Me niego a pensar que el apocalipsis es el único futuro imaginable. Me niego a aceptar que estos tiempos de riesgo no contengan también una clara manifestación de oportunidad: “ahora o nunca” es el momento de la acción. Si, hoy, “ahora o nunca” tenemos que declararnos insumisos de la ideología apocalíptica, del pasotismo y paralización que conlleva. Hoy, “ahora o nunca” tenemos que empeñarnos en entrelazar complicidades los unos con los otros. Hoy, “ahora o nunca” es el momento de la desobediencia, de la disidencia, de la rebeldía que nos devuelva la capacidad personal y colectiva para combatir radicalmente la mediocridad de una vida cotidiana ahogada en su propia inmediatez.
Hoy y ahora, reivindico “el tiempo de la esperanza”, sabiendo que cuando nos pronunciamos así, estamos hablando de la esperanza no como una convicción bobalicona de que las cosas saldrán bien porque somos buena gente y vamos a esforzarnos en el empeño, sino como la certeza de que algo tiene sentido, sin importar demasiado su resultado final. Reivindico el “optimismo inteligente”, sabiendo que esto no significa ser simplones, ingenuos o necios, empeñados en no querer ver los problemas y dificultades.
El optimismo inteligente que reivindico, es la capacidad de tener un ideal, es la capacidad de tener un Norte como guía, sabiendo que lo importante es el viaje, no la llegada. Dicho de otra manera, desde la perspectiva de la esperanza y del optimismo inteligente que vamos a situar como base de nuestra manera de entender hoy y ahora el voluntariado, el compromiso solidario por mejorar el mundo es válido, no solo en función de su eficacia y eficiencia, sino también, y sobre todo, porque creemos que no hay acto de amor que caiga en saco roto de manera definitiva e irreversible.
Por eso, no puede haber esperanza ni optimismo inteligente ( y reivindico esto como perfil de nuestro voluntariado) en quien no tenga un cierto nivel de aceptación de si mismo y de su propia historia, con sus luces y sus sombras; en quien no disfrute de una cierta autonomía y libertad personal respecto de lo material; en quien no tenga la convicción de que su vida tiene un sentido y de que uno va creciendo poco a poco conforme es consecuente con los valores en los que cree y las metas que se propone; en quien no entienda que en la vida hay muchas preguntas que se van a quedar sin respuesta, y que la incertidumbre y el error están inscritos en nuestro disco duro mental y vital; en una palabra, no puede haber esperanza ni optimismo inteligente en quien no entienda que necesitamos desarrollar bastante mas de lo que lo hacemos nuestra inteligencia espiritual, o sea, nuestra capacidad de encontrarnos en profundidad con nosotros mismos, y ahí, descubrir nuestra capacidad de amar, pensar, decidir y actuar por nosotros mismos en orden a la transformación de nuestra propia realidad.
La Esperanza, el optimismo inteligente debe ser la base de nuestro Voluntariado. Y ¿en qué se fundamenta o se debe fundamentar? En la convicción, perfectamente expresada por Nelson Mandela de que nunca se le puede negar a nadie la posibilidad de cambiar; porque el día que neguemos esta posibilidad, estamos negando la vida.
2. Lecciones aprendidas
Pues bien, en este marco, qué lecciones nos puede enseñar la Dana y cómo aplicar estas lecciones aprendidas a nuestra realidad del voluntariado?.
Me encantaría tener mas tiempo para explayarnos, compartir y debatir estas reflexiones. Pero, por disciplina con la organización nos vamos a fijar solamente en tres lecciones especiales.
1-. En primer lugar, la Dana nos ha ayudado a descubrir que estamos instalados en una enorme fragilidad y vulnerabilidad.
Nos ha ayudado a darnos cuenta que respiramos juntos, que nos rozamos permanentemente entre nosotros seamos conocidos o desconocidos, que nuestros cuerpos son porosos, que compartimos un mismo aire, agua, día, noche, tierra…; en una palabra, la Dana nos ha enseñado que dependemos absolutamente los unos de los otros. Por eso, frente a la impresionante “crisis de atención humana” que está comportando ya la era y civilización digital, la Dana nos ofrece la posibilidad de reconectar con nosotros mismos. Y darnos cuenta que no somos sólo “habitantes” sino que somos, sobre todo, “ciudadanos”.
Mirad, habitante, es un concepto demográfico, técnico; el Area Metropolitana de Valencia tiene mas de un millón y medio de habitantes; Zaragoza 700.000; Medina del Campo, 21.000. Pero ciudadano, es un concepto político y ético, y se refiere a aquel habitante que integra en su disco duro mental y vital el sentido de lo común y lo colectivo, la preocupación por los demás. El “ciudadano” es un habitante que no solo conjuga el “yo” o el “mi”, sino también, y sobre todo, conjuga el “nosotros”, “vosotros” y “ellos”.
Nadie puede exigirnos que seamos hombres 10 o mujeres 10; que seamos héroes, heroínas o los mas listos o listas de la manada. Todos y todas los que estamos hoy aquí, somos gente muy normal, con nuestras rarezas y manías, que tenemos derecho a cansarnos, a desanimarnos, a equivocarnos, a no saber muchas veces qué hacer o porqué camino continuar… Somos personas que sabemos que nuestro camino en la vida es siempre la búsqueda… Pero si hoy y ahora, con todo lo que hemos vivido y pasado con la Dana, no entendemos de una vez por todas que “somos comunidad”, y que sobre todo tenemos que ser “ciudadanos y ciudadanas”, con lo que esto conlleva de preocuparnos por los demás –especialmente de los mas necesitados–, entonces…, me temo que como decía Aristóteles, somos idiotas, auto/centrados, preocupados únicamente por nuestro propio ombligo, porque pensamos que es único y el mas redondo.
Para mí, la primera lección de la Dana es, o debería ser esta: recuperar con fuerza nuestra condición de ciudadanos y ciudadanas en el sentido mas ético y político de la palabra.
Esta primera enseñanza es fundamental y como tal, se sitúa en la base de otras lecciones o enseñanzas que podríamos deducir.
Esto, aplicado al escenario de nuestro voluntariado, significa especialmente dos cosas que quiero resaltar.
- La primera: que quede bien claro que a pesar de la instrumentalización política que ejerce sobre nosotros el Estado y el Mercado, el voluntariado, nuestro voluntariado, no tiene el objetivo último y finalista de remedir benéficamente las injusticias que el propio sistema crea o mantiene; que quede bien claro que el voluntariado no es, no somos, la marca blanca del sistema; que quede bien claro que no somos ni queremos seguir siendo la sonrisa amable de este capitalismo de rostro humano. Tengamos esto claro, por lo menos, a nivel conceptual, aunque muchas veces en la práctica sea difícil discriminar.
Los voluntarios y voluntarias de la Dana habéis jugado un papel insustituible en la respuesta humanitaria integral a esta catástrofe. Porque como decía en la TV una de las víctimas: “los voluntarios no han venido solo a limpiar nuestras calles, sino también y sobre todo, a escucharnos, a abrazarnos, a llorar con nosotros, a estar a nuestro lado, cuando nos hemos encontrado hundidos porque lo hemos perdido todo”.
Somos y nos hacemos voluntarios porque queremos cambiar las cosas; porque queremos que el mundo sea menos estúpido y mas justo; porque los que hemos nacido en una parte del mundo con múltiples oportunidades, tenemos la obligación moral de devolver a la sociedad como don lo que hemos recibido como privilegio; en una palabra, somos voluntarios porque hemos comprendido que la vida no es solo recibir; es antes que nada dar, dar algo de lo que tenemos. Pensad que por muy jodidos que estemos, siempre podemos y tenemos que dar algo a los demás.
- Y la segunda aplicación al voluntariado de esta primera lección de la Dana es que…, siempre surge un voluntariado coyuntural, puntual, lleno de ímpetu y coraje en situaciones de emergencia; siempre. Entiendo perfectamente que ver una catástrofe tan monstruosa, levante de sus sillas a miles y miles de personas –sobre todo jóvenes– impulsados por “un chute y una hemorragia emocional y puntual” que les lleva a los lugares de la catástrofe. Por lo tanto, y que quede bien claro: ¡¡si al arrojo y a la demostración de amor social que han evidenciado las mas de 100.000 personas que han arrimado el hombro durante la Dana y después!!
Pero, con la misma rotundidad afirmamos que hoy y ahora lo que necesitamos verdaderamente es un voluntariado con vocación de permanencia; un voluntariado que contribuya a soluciones estructurales y sostenibles; un voluntariado que sea un componente esencial en la generación de equipos locales capaces de mantener los impactos positivos de la reconstrucción a largo plazo; un voluntariado que conforme va pasando el tiempo y la emergencia da paso a la recuperación, sea capaz de participar también en la identificación de nuevas necesidades específicas de la comunidad, porque nuestra comunidad que ha sufrido tanto, tiene que ser capaz de sostenerse por si misma, cuando no haya nadie o casi nadie de fuera sobre el terreno.
¡Ojo, mucho ojo; el voluntariado no, no puede entenderse ni se puede utilizarse por nadie como un clínex que se utiliza y se tira!
Y el que esto no sea así, depende de muchas variables, pero, en gran parte, depende del diseño de nuevas políticas sobre participación comunitaria y ciudadana.
Si después de lo que hemos vivido y seguimos viviendo, el gobierno de la Comunidad de Valencia y de los 78 Municipios que han sufrido la Dana, no son capaces de crear nuevas políticas de participación cívica y comunitaria como uno de sus ejes fundamentales de gobernanza, con visión de luces largas, sin enanismos rastreros y reconociendo entre oteas cosas, que el voluntariado, sus organizaciones y el Tercer Sector son un sujeto político imprescindible y de calidad…, si esto no pasa, entonces tendremos que volver a recordar aquella viñeta de Mafalda en la que al contemplar la fotografía del mundo, absolutamente desenfocada, gritaba con fuerza: “por favor, que paren el mundo, que me bajo”.
2-. La Dana nos ha enseñado que el trabajo por el bien común y por los cuidados sostienen la vida.
Hemos redescubierto que lo público, y los trabajos relacionados con el cuidado son fundamentales para sostener los pilares mas importantes de nuestra vida..
Esto que parece una obviedad está siendo cuestionado por muchas políticas públicas, por ejemplo, en el caso de la sanidad o la educación, y ha sido invisibilizado groseramente en el caso de los cuidados. La inercia mercantilizadora y privatizadora de las mal llamadas políticas de austeridad han erosionado directamente ámbitos que afectan a la vida y la dignidad de las personas.
Por lo tanto, otra lección clarísima de la Dana es que un sistema político y social construido sobre la codicia, la desigualdad y el beneficio económico…, no puede abordar con acierto una crisis de esta magnitud. La consecuencia de esto es entender que hay bienes y servicios que deben ser puestos fuera de las leyes del mercado: nuestra alimentación, nuestra salud física y psicológica, nuestra necesidad de sanar, nuestra educación, nuestra capacidad de cuidar a los otros con unas dignas condiciones; esto no puede delegarse al mercado.
Creo que durante estos tiempos durísimos de Dana y de post/Dana, las organizaciones sociales y entidades habéis seguido una estrategia muy inteligente: ¿cuál?, resistir y minimizar los daños. Esto ha sido un acierto porque habéis conseguido manteneros vivos, habéis estado muy cerca de las personas y familias afectadas, y habéis buscado imaginativamente solución a sus necesidades. ¡¡Formidable!!.
Pero, creo que ya hay que ir cerrando esa etapa y cambiar de chip.
-. Ha llegado el momento de preguntarnos con seriedad en nuestras entidades qué lecciones hemos aprendido; como replantear nuestra organización y funcionamiento después de este momento histórico decisivo; qué nuevos planes y áreas de acción tenemos que asumir; cómo garantizar siempre la coherencia ideológica de nuestro proyecto y su viabilidad económica; hacia qué nuevo voluntariado debemos caminar……
Mirad, nuestra asociación, nuestra entidad, nuestro voluntariado, pueden ser muy sencillo, muy popular, muy cercano, sin grandes complicaciones organizativas…; ¡¡fenomenal!!. Pero una cosa es “lo popular” y otra cosa es “lo cutre”. Y si nuestro voluntariado actuase o se moviese sin proyecto, sin programa, sin equipo, sin evaluación de resultados, sin control, sin formación, sin conocimiento de la realidad en la que va a intervenir…, esto no es de ser sencillos, ni populares. Esto es de ser cutres, descuidados, de no respetar a los que servimos, de no respetarnos a nosotros mismos como ciudadanos y ciudadanas activos sociales. Por lo tanto, a tiempos nuevos, nuevas miradas.
-. Otra cosa mas: tenemos que entender que en nuestro trabajo de servicio voluntario a la comunidad hay que manejar dos sumandos: técnicas y actitudes. O dicho de otra manera, la calidad de nuestra acción voluntaria va a depender de la combinación mejor o peor de estas dos variables.
Hablando de técnicas, definitivamente, en el voluntariado del sigo XXI y del tercer milenio, sobran los buenismos y hacen falta claramente, competencias técnicas, estrategias eficaces y eficientes, metodologías bien planificadas, profesionalidad en todos los que nos movemos en estos escenarios.
Pero ¡ojo, hay que tener también “actitudes”!, o sea, hay que tener alma, amor por lo que hacemos y por aquellos a los que servimos. Y cuando utilizo aquí el concepto “amor” lo hago con toda intención, consciente de que en estos escenarios y en estos momentos tan jodidos, esto de “amar” puede sonar a algo cursi, poco profesional y políticamente incorrecto.
Os digo, desde mi experiencia de perro viejo, solo van a superar los efectos devastadores de la Dana los profesionales y voluntarios que se carguen de una fuerte capacidad de amar, en un doble sentido:
** primero, desear y buscar lo mejor para el otro—usuario, voluntario, colaborador–, aunque tenga motivaciones, ideologías o comportamientos muy diferentes a los míos.
** Y en segundo lugar, saberse apoyar en profesionales y voluntarios que verdaderamente se experimenten como equipo, para cargar pilas, para buscar conjuntamente soluciones, para compartir sentido del humor, para ejercitar la confianza y lealtad mutuas, para no tener envidia y saber aceptar el liderazgo de los demás…
Os lo ruego, en esta nueva etapa de vuestras organizaciones, necesariamente imaginativa y creadora, cuidad con mimo que todos vuestros voluntarios y voluntarias conozcan y valoren el sentido de identidad de su proyecto misional y el sentido de pertenencia a su equipo. Cuidad que todos los voluntarios y voluntarias de vuestras organizaciones experimenten su voluntariado como un espacio amable de lucidez y desarrollo personal a la vez que comunitario…o de lo contrario los enormes esfuerzos de gestión y organización que estáis llevando a cabo, pueden acabar siendo tan inútiles como intentar arar el mar.
-. “ No todo vale”, significa también entender que después de la Dana, un objetivo claro como Plataformas y Organizaciones del Tercer Sector, y mas donde haya gobiernos con poca sensibilidad hacia estas cosas, debe ser el de formar ciudadanía, o sea, incidir políticamente hacia abajo. ¿Qué significa esto? Pues, intentar activar a las personas que llaman a nuestras puertas no solo para que como buenos voluntarios resuelvan eficazmente las necesidades de nuestra comunidad y entorno, sino también para que como consecuencia de su contacto con nosotros y del conocimiento de nuestra misión, se conviertan en “activos sociales”. No olvidéis lo que hemos dicho anteriormente: nuestro objetivo como voluntarios no es remediar benéficamente las injusticias que el sistema crea o mantiene sino conseguir personas y entornos comunitarios sanos en una sociedad integralmente sana. No olvidéis nunca, sobre todo los que tenéis responsabilidades políticas y de gestión comunitaria, que el capital social mas importante de nuestro municipio es, o debe ser, su nivel de participación comunitaria y ciudadana.
Por lo tanto, voluntariado e incidencia política…, no son los polos de una contradicción. No podemos plantearlos como o/o sino como y/y. Son partes de una misma línea de continuidad; es un sumatorio de dos sumandos.
3-. La Dana nos ha enseñado a constatar la necesidad de la cooperación y de la coordinación, de sumar esfuerzos y recursos… en una sociedad profundamente interdependiente.
Seamos sinceros y reconozcamos que lo que nos hace verdaderamente débiles muchas veces, no es principalmente el que seamos pocos: es el estamos mal coordinados.
El espectáculo de descoordinación que se ha dado entre administraciones, instituciones, colectivos y programas; la guerra de guerrillas dentro de algunas instituciones, áreas, servicios y equipos; la atomización de colectivos, programas y asociaciones…¡¡y todos trabajando en el mismo territorio y con las mismas comunidades y habiendo sufrido la misma catástrofe!!; todo esto refleja que todavía somos muy débiles y muy poco inteligentes porque seguimos empeñados en ser mas jefes sioux que indios.
Todos sabemos que la coordinación es difícil porque tiene que ver con lo que decíamos hace un rato de las actitudes.
Todos sabemos que la coordinación es el resultado de un proceso largo y lento de encuentros que supone claramente querer encontrarse, querer desbloquearse, querer reunirnos, querer llegar a consensos, querer y saber ceder, querer superar paulatinamente niveles…, todo poco a poco. La coordinación no llueve del cielo; nace de la tierra.
Todos sabemos que existen diferentes niveles de coordinación que se pueden recorrer – informativo, consulta, elaboración conjunta de programas, ejecución conjunta de programas…–, teniendo muy en cuenta que el acierto de dicha coordinación entre diferentes entidades, equipos o administraciones no está en conseguir siempre el grado superior de esta escala (que puede ser imposible por el peso de nuestras diferencias), sino en la inteligencia de asegurar un grado realista de coordinación, el que sea, pero siempre en función de nuestras condiciones y posibilidades reales.
Definitivamente, después de la Dana, la coordinación entre nosotros como Tercer Sector y con las administraciones, no debe ser un elemento estético, coyuntural o de conveniencia. Es o debe ser un elemento estructural de nuestra entidad y nuestro trabajo. De tal manera que incluyamos la coordinación como un elemento fijo e innegociable en nuestro funcionamiento y en nuestros programas.
Cuando elaboremos un programa de intervención, sea en el campo que sea, siempre debemos responder a estas dos preguntas claves: para el desarrollo de este programa, ¿con quien nos vamos a coordinar? ¿A qué nivel?.
Final
Termino porque creo que ya he ocupado todo mi tiempo asignado.
Entiendo que hoy y ahora no es fácil construir un futuro esperanzador a pesar de que ese es nuestro deseo.
Entiendo que nosotros y nosotras somos también parte de una humanidad instalada en la contradicción de imaginar, por un lado, como alcanzar otros planetas; como prolongar la vida humana; cómo vencer enfermedades intocables hasta ahora…, y por otro lado y a la vez, sentir la impotencia de imaginar y construir modelos y formas de vida que superen el capitalismo salvaje que nos domina y la anti/política que nos amenaza como cultura dominante y como modelo de gobierno.
Pues bien, desde la confianza y la complicidad de haber compartido estos pensamientos y sentimientos, me atrevo a pediros que nos convirtamos todos y todas en “espeleólogos de la esperanza”, en “espeleólogos del optimismo inteligente” capaces de alumbrar cavidades y vericuetos que nos permitan avanzar hacia posibles salidas; cada uno como pueda y como sepa, pero siempre poniendo a la persona en el centro de la vida, de nuestra vida; respirando con fuerza el aire fresco de la preocupación por lo comunitario, y con la mano agarrada de los compañeros y compañeras con los que hacemos la travesía, ayudándonos los unos a los otros.
No olvidéis nunca que somos voluntarios y lo seremos siempre para defender los derechos de nuestras comunidades y del mundo, para promover la participación y, para generar cambios sociales.
Y desde luego, os puedo asegurar que precisamente este es el mejor momento para actuar; ¿sabéis porqué?: porque… es nuestro momento.
Muchas gracias y un abrazo grande.
Enrique Arnanz Villalta.
4/2/2025

